Todos los años la misma puesta en escena, mañana soleada con alguna nube y viento racheado del norte que se cuela por Somosierra, terreno mojado pero duro, un nudo por circuito, enfrente el motocross y el olor de panceta a la plancha del bareto. La creme de la creme de los atletas madrileños, jueces de la FAM y un speaker mezclando nombres, posiciones y tiempos.
COVIBAR presentaba dos equipos de cuatro atletas, uno juvenil y otro junior. Álvaro, Adrián, Darío y Uguina corrían en primer lugar. Adrían llevaba dos días con el pie en alto recuperándose de una distensión del pulgar en el pie derecho, pero había que estar, y el ibuprofeno hace milagros. Se jugaban la clasificación por equipos para el campeonato de España. Los cuatro tenían que puntuar.
Nervios, progresiones, "una llamada a Raúl", toque de campana y se encontraban en una melé de más de 60 atletas, con 5.200 mts por delante. Primera curva en descenso y Álvaro sufre una mala pisada que le llevó al suelo, del suelo a la ambulancia y de allí al hospital con un pronóstico de distensión en el ligamento del tobillo. Era la primera vez que corría el campeonato y la primera vez que montaba en ambulancia. La carrera para la clasificación del equipo había terminado. Sin opción a puntuar, quedaba un Uguina mareado, un Adrián que trataba de no pronar para evitar el dolor y un Darío con un tendón de aquiles que empezaba a molestarle. En cabeza, los Lorenzos, los Mohaméds, los Lynces de Parla, los Mapomas, los Ardillas voladoras y un marroquí descalzo. Contra todo pronóstico.... llegarón, Uguina como un boxeador noqueado, sin conocer a nadie. Adrián con paso de balet, como un gotoso y Darío con una mordida en la pantorrilla que le llevó directamente a la camilla del servicio médico.
En fin, no fue el mejor día deportivamente hablando, pero conocimos a los médicos, enfermeros y protección civil de la organización. Mereció la pena, siempre merece la pena.
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